Callejones y calles sin salida. Dos hijos de distinto padre. Aquellos, paridos intencionalmente. Las otras, procreadas sin demasiadas expectativas y abortadas en su crecimiento. Aunque el significado resulte común -el hecho de que no tienen salida- y el elemento físico sea análogo -una pared, un límite- la forma que adquiere ese parapeto es diferente. En el callejón puede estar pensado como salida airosa: paredes con balcones o ventanas, fondos decorativos, ladrillo cara vista. Las calles sin salida se tajan violentamente: acaba de pronto el asfalto, se cortan los bordillos, se topan con un muro ordinario grafiteado o con hierbas salvajes.
Se parecen, pero no son lo mismo. La gente acaso no aprecia mucho los callejones -algunos son meaderos públicos- pero ignora infinitamente las calles cortadas. La sorpresa es que éstas algún día se verán alumbradas como calles abiertas y generosas. Mientras, el urbanismo limitado y sus planes cortocircuitados las hacen nonatas. (Las fotos reflejan el callejón de la calle Duque de la Victoria, la calle Júpiter, una por el antiguo Camino de la Esperanza/ supuesta próxima Ciudad de la Comunicación, el callejón de la Alegría por Menéndez Pelayo y junto al Arco Ladrillo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario