No, la llamada Casa de Cervantes tampoco podía librarse del otoño. Esa recreación grata que el transeúnte se encuentra en una caída lateral del terreno en la calle Miguel Iscar tal vez tenga poco que ver con la casa que en su tiempo habitara el escritor. El jardín que hay delante no tiene nada de antiguo y bajo su superficie todavía deben tirar las aguas ocultas de uno de los Esguevas. Sin embargo, este espacio tranquilo y acogedor sirve para enaltecer la memoria de la estancia de Miguel de Cervantes en Valladolid y de paso resaltar el edificio reconstruído. Probablemente, sin este pequeño carmen la fachada de la Casa tendría un aspecto más hosco y atraería menos. Pero, aun siendo un jardín moderno, el efecto obtenido recuerda cierto aire del Romanticismo tardío que se agradece. En esta ocasión me ha llamado especialmente la atención el efecto del otoño sobre la parra. No podía tener más bella corona el parterre sostenido por cuatro columnas. Pero su hora ha pasado por este año y el ciclo de los amarillos contrasta con el tapiz todavía verde del muro que hay detrás. Todos los jardines tienen sus tiempos y su hermosura.
Mañana (ya hoy) es día de callejear con los nenes. Sus sitios favoritos son el Pasaje Gutiérrez, los alrededores de la Catedral y el jardín de la Casa Cervantes.
ResponderEliminarMañana repetimos en el jardín. Seguro.
Un saludo.
Coincido contigo en esos espacios. La Casa cervantina la frecuento menos, pero los otros dos espacios me atraen cotidianamente. Han sido lugares clavados en mi alma desde la juventud.
ResponderEliminarSi pasamos al lado, avisa. Un abrazo.