diario de un vallisoletano curioso
martes, 15 de febrero de 2011
El (pen)último obstáculo
En el otro extremo de la dejadez gamberra y ociosa está la dejadez estética. Ésta sorprende más. Sorprende porque procede de los gestores municipales. Sorprende porque no se entiende que las calles se conviertan en amueblamientos exagerados. Ya había pocas señales, vallas, kioscos, chiringuitos, farolas, luminarias, parquímetros, papeleras, bordillos y rebajamientos a diferentes alturas, terrazas, bancos a troche y moche, cámaras de vigilancia, esculturas mal colocadas, etc. Ya existía demasiada saturación como para que ahora llegue lo último, auspiciado por el Ayuntamiento, estos grandes postes electrónicos cuya finalidad no la veo ni clara ni útil. Ya sé que el concepto de utilidad varía en función del comprador o del vendedor. Porque uno tiene la sensación que el asunto es que los agentes de ventas privados le metan al Ayuntamiento cualquier historia de última generación.
Por supuesto que no discuto aquí la necesidad de un cierto mobiliario urbano que responda a un cuidado y una necesidad imprescindible. Lo que discuto son dos cosas: una, que se esté colocando lo innecesario y secundario. Y otra, que se recarguen exageradamente las vías urbanas. En el trazado del centro de la ciudad se nota más. Si te descuidas vas golpeándote con las cosas y la visión y la perspectiva quedan eclipsadas por la innumerable plaga de objetos de todo tamaño y condición.
Sigo preguntándome: ¿por qué esa obsesión en llenar las calles? ¿Por qué esa manía en ocupar y destruir el espacio peatonal? ¿Por qué ese olvido de la perspectiva? Por supuesto, la perspectiva no se elimina por las buenas. El problema es que la perspectiva pierde su valor y las calles dejan de ser agradables espacios de tránsito. Cuando uno ve este enorme cartelón electrónico piensa que la cultura impuesta del Gran Hermano de 1984 de Orwell se ha asentado definitivamente en nuestros pagos. A mí, particularmente, me parece desafortunado. Y además, cuesta mucho dinero que pagamos...¿quiénes?
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Tienes toda la razón. Cualquier día tendremos que entrar en la ciudad como en la selva, con un machete de esos de abrir paso. Se han pasado con las pantallitas. Un saludo
ResponderEliminarVaya, gracias, Jesús, menos mal que hay gente sensible por el mundo. Se están pasando ampliamente con las pantallitas y con cantidad de útiles tal vez inútiles.
ResponderEliminarSaludos.
¡Cómo me alegro de constatar que somos varios en sentir impotencia y melancolía al ver cómo se deforma el paisaje urbano! Pareciera que ahora la realidad tuviera que ser siempre necesariamente mediada por las pantallas. La que han colocado junto al puente Isabel La Católica es particularmente penosa, ya que destruye la vista del paseo del río.
ResponderEliminarAprovecho estas líneas para felicitar a Vallisoletano por este blog estupendo que alimenta la conciencia crítica de la ciudad.
Pues agradezco el comentario que me haces, Alicia, ya que hay mucha barbarie urbanística que viene de los de dentro, no de los bárbaros extra-limes. Y en concreto por mano de la autoridad. Hay cosas que me indignan sobre manera. Se ha tirado el dinero público en lo innecesario (¿qué me dices de esa carpa en la Huerta del Rey?)
ResponderEliminarTu estímulo me hace pensar que uno no estaría en tan equivocado camino a la hora de advertir lo bueno y lo malo de la fisionomía ciudadana, y denunciarlo modestamente, en los límites que un blog permite.
Pasa cuando quieras. Un abrazo.