diario de un vallisoletano curioso

viernes, 23 de octubre de 2009

El vecino de Santa Cruz


No es el último extraterrestre. Si acaso, el último intraterrestre. Juego caprichoso de palabras. La máscara de la reina de Kuba (antiguo reino situado en la actual República Democrática del Congo) como excusa. Me enteré de que ayer presentaban esta figura en el Museo de la Fundación Jiménez-Arellano, sita en el Palacio de Santa Cruz, y allí que se me ocurrió plantarme. La curiosidad por lo exótico se me cruzaba. Excusa también. Lo exótico no es sino lo que desconocemos, y que a su vez nos reclama, sea cual sea la lejanía de su procedencia y la función que el objeto cumpla, con su voz potente.

La máscara tampoco es una recién llegada. Estaba aquí desde hace tiempo. Ahora, la han reparado pacientemente y luce en su lavado de cara integral. No quiero hablar en este momento de la obra ni de la exposición permanente que la Fundación exhibe. Tiempo habrá. No son todavía muchos los vallisoletanos que han descubierto el tesoro etnológico y artístico de esta Fundación en los cuatro o cinco años que lleva de existencia.

Yo veía en esta máscara, en esta trajeada figura de ceremonial, un símbolo. Más, una metáfora simple. ¿Una vallisoletana de adopción? Pensaba en que la ciudad es precisamente una ciudad de aluvión. Al menos en los tiempos modernos. Lo es en la morfología del subsuelo y lo es en superficie. ¿Hubo alguna vez once mil vallisoletanos exclusivamente tales? Cantidad de gente de esta provincia y de las provincias de alrededor vinieron a nuestra ciudad en los años cuarenta, cincuenta, sesenta, del siglo veinte. De la misma manera que otros vallisoletanos tuvieron que optar forzosamente por migrar a las provincias del Norte y del Nordeste, más industrializadas. O a Alemania y Suiza. ¿Se acuerda todavía alguien de todo esto, que aconteció ayer? Las ciudades, cambiantes y dinámicas, saben de estos fenómenos, que las configuran y las renuevan. Valladolid no se ha librado de ello.

Hoy día, el fenómeno se repite con humanos de otras latitudes. En la ciudad sobreviven, más o menos integrados, ciudadanos de países americanos, norteafricanos o eslavos. Son los nuevos vallisoletanos, muchos en tránsito, otros con intención de permanecer. ¿Deben ellos integrarse o su presencia transformará de alguna manera la ciudad? La respuesta, ni en la bola de cristal. Mientras meditaba de esta guisa, me deleitaba contemplando el trabajo artesano de los mujeres y hombres de la cultura Kuba que, al menos a través de una figura como ésta, tiene presencia en mi ciudad. Imposible poner puertas al campo.


2 comentarios:

  1. Querido amigo, a mi me admira tanto cada vez que la veo que ya creo que S.M la Reina Kuba es ya una Vallisoletana de adopción y amiga nuestra, cuando la quieras ver ,ya sabes donde esta, bueno, donde estamos

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  2. Anónimo. Como te supongo vinculado al museo me viene bien esa especie de invitación. Estoy deseando sacar en el blog a los otros vallisoletanos...las terracotas, por ejemplo.

    Un día de estos, me paso.

    Gracias y un saludo cordial.

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