diario de un vallisoletano curioso

viernes, 30 de octubre de 2009

Apoteosis de la escultura


Asistí el martes a una de las conferencias organizadas por el Museo Nacional Colegio de San Gregorio. Últimamente había perdido la práctica y, lo que es peor, el interés por acudir a charlas. Y cuidado que he estado en unas cuantas, desde las prohibidas pasando por las toleradas hasta las reconocidas y las aceptadas. La libertad de expresión se despliega en un amplio abanico que tiene ansia de aventar mentes, no siempre dispuestas a que se las oxigene. Pero no sé si debido a un cierto escepticismo o a que el reloj biológico te exige otras cosas, el caso es que hacía tiempo que andaba de secano en esta lid.



Me atraía el tema de la conferencia: Un museo en renovación. Después de un montón de años en obras, el museo se ha reabierto con muchas novedades de forma, técnicas y de criterio expositor. Claro, que nada mejor que una visita para comprobarlo. El simple paso por las salas, desde esa recepción totalmente nueva y acorde a lo que se lleva en todos los museos que se precien de tales, hasta el replanteamiento de salas, ubicación de figuras y sucesión cronológica. Como dijo María Bolaños, su nueva y entusiasta directora, el enfoque cronológico asegura una cierta imparcialidad y objetividad. Aunque no lo sea todo, opino yo.

Y también tenía ganas de ver en directo a María Bolaños, y oírla contar del proceso de renovación del edificio y su contenido. Me gustó escuchar que no hay ningún museo neutral, que siempre hay criterios en cada visión museística, y siempre se instala un discurso más patente del tipo que sea. Supongo que esto es en función de la mentalidad ideológica e incluso de la dirección política del país o simplemente de los tiempos históricos que corran. No sé quién dijo que cada presente construye su propia visión del pasado, y que la mirada de cada época sobre el pasado es anacrónica. Me hace pensar que no es fácil interpretar los acontecimientos históricos o el significado y uso de los legados -la escultura, en este caso- porque siempre estamos condicionados por la corriente de ideas dominante en cada época. Aunque no me cabe duda que entre una corriente de una sociedad más ignorante, más intolerante y más totalitaria, y una sociedad donde las mentes estén más despejadas y la investigación tome el testigo de la visión meramente ideológica hay un abismo y sobre todo una tabla de salvación.

No pretendo hablar de más ahora. Son simples pinceladas sobre una charla amplia, repleta de criterios e información que, reconozco que me desbordó. Mi intención es abordar distintas visiones sobre el Museo y sobre sus obras. Nunca acaba uno de descubrir lo que hay no sólo a la vista sino subliminalmente. Mirar las obras “religiosas” no con ojos devotos, que no es mi caso, sino con los que buscan lo humano, tal vez lo fieramente humano, en palabras de Blas de Otero, me entusiasma. A través de la escultura se puede entender al hombre.


Ni que decir tiene que ver cómo el salón de actos del Palacio de Villena estaba a tope casi un cuarto de hora antes, y que no podía entrar la gente que esperaba fuera, me devolvió la esperanza en el vallisoletano medio. Ese ciudadano tan típico que no hace ostentación ni ruido pero que asiste a actos con más frecuencia de la que imaginamos. De ver ahora mismo a María la felicitaría. Aunque el triunfo es del museo renovado, si no hubiera manos detrás no sería posible esta aclamación. Un museo así bien puede erigirse en una verdadera apoteosis de la escultura. La escultura es algo que la historiografía del arte tradicional o las ideas de cada época la relegaban subalterna de la arquitectura y de la pintura. Intervenciones como la de este museo la elevan al nivel del significado directo. ¿Sabemos bien los vallisoletanos lo que tenemos?

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