diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 2 de marzo de 2011

El recaudador de impuestos


Es una figura administrativa muy antigua. En lejanos tiempos el recaudador de impuestos iba con sus hombres de armas para garantizar el cobro y proteger lo cobrado. Hoy día, el recaudador no tiene ya una expresión humana. No se ve detrás ni a un hombre armado ni a un señor de bigote mirando con cara de malas pulgas. Y no hay un solo recaudador, sino tantos cuantos sean considerados necesarios por las diversas administraciones públicas que pululan cual pulpos. Todo es más anónimo, más oculto, más siniestro. Uno de estos recaudadores se encuentra establecido por diversas vías de la ciudad, más o menos recóndito, más o menos sibilino. Y es de lo más exitoso.

La función que cumple se pretende justificar para una teórica reducción de la velocidad. Cuando bien sabido es el comportamiento del conductor: rebaja la velocidad cuando se sabe en la proximidad del artilugio y posteriormente se normaliza a la velocidad que acostumbra. La autoridad dirá que se previene el accidente, se evita el exceso, se humaniza la conducta vial. Etcétera. Tengo severas dudas al respecto. En lo que no me cabe la más mínima sospecha es que es un eficiente recaudador. Y que si te saltas la velocidad marcada te cargan la multa. Y si te saltas la multa no te espera el hombre de la porra o el armado (a veces, sí), pero sí la contundencia de una reclamación con recargo si no lo pagas en las fechas indicadas. Y si también te saltas esta disposición, el embargo de cuentas. Total, el robot cumple el objetivo de recaudación, por más burla que le hagas cuando pasas a su altura. Eso sí, la gentileza municipal, avisando de la instalación del recaudador (le llaman radar) cumple los requisitos más corteses. Todo sea por uno de los impuestos más seguros.



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