diario de un vallisoletano curioso

sábado, 2 de octubre de 2010

Cuánta reja por doquier


¿Por qué la tradición de rejas? ¿Para que no se entre o para que no se salga? Nunca he comprendido bien su razón de ser. Me da lástima aquella arquitectura en que lo que primero que se aprisiona son los vanos: las ventanas, las puertas, las arcadas, los patios, las naves de los templos, las entradas a los jardines…Supuestamente justificadas para la defensa de la propiedad o para la reclusión de los que atentan contra ella. ¿No tenía también algo de simbólico, además de efectivo? Impedir que penetrara el bárbaro, el que traía nuevas ideas, el disidente, el que pretendía participar de lo de casa y de otra cultura. Y, a cambio, a este tipo de osados se les amenazaba con el encierro en las mazmorras, el no va más de los espacios tosca y brutalmente enrejados.

Muchos de esos grandes espacios y edificios arquitectónicos pierden gran parte de su belleza con tanta rejería. Los artífices rejeros han intentado (y logrado) en muchos casos forjar rejas preciosistas que suavizaran su dureza innata. Pero a costa de matar la belleza innata de la obra abierta y amplia. Naturalmente, las rejas imprimen carácter, ¡y qué carácter! Pero duele que tanta obra realizada para consagrar volúmenes y perspectivas, se sienta prisionera de los elementos accesorios.

PD. Para quien desee una pista. Las fotos corresponden a las ruinas de la Colegiata de Santa María la Mayor en la Plaza de la Universidad, a una ventana de la cárcel de la Chancillería, a la entrada al patio del palacio donde se asienta la sede de la Diputación, a la nave principal de San Benito y a la antigua guardería de la ciudad.


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