Una humilde fuente de ribera. No la única. Al menos, puede contarse como superviviente del crecimiento de la ciudad y, sobre todo, del imperio del hormigón. Porque crecer no debería implicar soterramiento y olvido de los pequeños elementos urbanos. La antigua fuente de San Francisco (¿acaso esa cruz desnuda que hay al borde del río no es sino una memoria del primer convento franciscano levantado en Valladolid?) o del Río de Olmos está todavía junto al puente de la División Azul, por la parte del barrio Cuatro de Marzo, a la altura del colegio.
Que a pesar de que haya llegado hasta nuestros días está desprotegida no se le oculta a nadie. Es probable que los vecinos más antiguos del barrio la tengan cariño y la frecuenten incluso. El gamberrismo flotante o simplemente los usos y costumbres de los yogurines que le dan al botellón, como muy bien dicen los que hacen el blog Valladolid en bici ( pasad por el espléndido y documentado blog que hacen http://valladolidenbici.wordpress.com/2009/08/09/vivitas-y-chorreando-2%c2%aa-entrega-de-fuentes/) provoca una sensación de abandono que, al menos ahora en invierno, con la escasez de verde, se acentúa más. No, no soy partidario de enjaular nuestros propios bienes heredados, pero sí que la autoridad limpiara con más frecuencia el espacio, borrara de vez en cuando los grafitos feos y arreglara desperfectos. No es tan costoso. Y además, ¿nadie ha pensado en reconducir el trabajo de los grafiteros de calidad para que ornen espacios de este tipo con cierta imaginación y compenetración con el lugar?
La recuperación de los márgenes del río sigue siendo una cuenta pendiente o inacabada. Se echa también en falta la navegación de La leyenda del Pisuerga, que permitía contemplar la ciudad ribereña desde el cauce, algo que que me pareció siempre deslumbrante y, sobre todo, sorprendente para el paseante acostumbrado al asfalto. Esa mirada valía más que mil palabras superfluas sobre el río y su entorno que puedan pronunciarse en el Ayuntamiento cuando toca.
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