diario de un vallisoletano curioso

martes, 30 de agosto de 2011

La abeja ciclista



¿Por qué no? ¿Quién dice que los edificios no deben exhibir elementos decorativos más allá de los tradicionales que los arquitectos han introducido al construirlos? Muchos de los edificios que se rehabilitan, perdón, que se reconstruyen simulando rehabilitación (ya se sabe que de lo antiguo queda como mucho un lienzo de fachada y según cómo) son opacos, seriados, estéticamente pobres. En el Centro, de lo que se está rehaciendo poco se salva en cuanto a armonía creativa. La armonía es aburrida, se justifica con que las casas eran así hace siglos y se mantiene una sosería formales y decorativas francamente poco atrayentes. Más que armonía resulta clon, y muchos de los edificios dan la impresión de ser viejos en poco tiempo. Pero viejos no de pátina y clase histórica, sino en el sentido más despectivo del término. ¿Que se pretende dar entidad de conjunto de esta manera a un casco histórico que no existe y que la especulación iniciada en el franquismo se cargó ? Pues si acaso da el pego a la mirada de los visitantes, para los de casa es poco atractivo, sin duda. Para más inri, hay que ver lo poco que gusta a la ciudadanía del centro colocar macetas en los balcones (suponiendo que haya espacio en ellos, naturalmente) Así que cuando uno pasea por las calles que, no obstante señalar defectos, también ama, salta ante cualquier elemento que rompa la monotonía insulsa. Y de este modo me topé ayer con esa especie de abeja ciclista en un piso de la calle San Antonio de Padua, junto al Val. Me pareció ingenioso, divertido y que en absoluto interfiere la fachada. O tal vez sí, y está ahí para dignificarla y darla cierta alegría a la que la mano constructora no llegaba. Por mí, que cunda el ejemplo. Es un elemento de vitalidad.


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