diario de un vallisoletano curioso

martes, 7 de septiembre de 2010

Soledad de soledades

La soledad de las fuentes. Que no tanto su tristeza. ¿Hay algo más solitario que lo que no ejercita su función? Aquello que no desarrolla las propiedades para las que fue dotado es como si estuviera privado ya de vida. Nunca he podido entender cómo estas simplicísimas fuentes, que fueron uso y recurso de los vecinos de los barrios del centro, se han convertido en el lumpen del mobiliario urbano. Marginadas en plazas venidas a menos o disimuladas entre jardines, privadas del caño por donde manaba el agua, y secas y apartadas de la red de suministro, sufren el desdén de viejas y jóvenes generaciones de vallisoletanos. Privadas de su cometido fundamental, quedan limitadas a exhibir un escudo de la ciudad más o menos roído. En algunos casos, como en éste de la Plaza de la Universidad, mantiene incluso la insignia laureada que le otorgara el franquismo por haber sido esta ciudad una buena chica para sus objetivos abyectos. Por estar, creo que no está ni en su emplazamiento original. Sin embargo, en la humildad hay nobleza. Y la forma se asemeja a un miliario romano, sólo que aquí se trataría de un jalón de la preciada agua circulante con que la traída de Argales complaciera a la ciudad. Desde el fondo del cuenco de piedra de Campaspero, ¿cuántas bocas sedientas no se verían reflejadas? ¿Cuántos cubos, cuántas colas de vecinos, cuántos escolares, cuántos transeúntes no habrán llegado hasta allí para paliar su necesidad de agua fresquita? Otros tiempos. Cuando las fuentes no estaban solas.

4 comentarios:

  1. Y seguirían haciendo su papel si las dejaran. Lo que es extraño es que no haya desaparecido ya por orden de algún ingenioso e inteligente alcalde.

    Un abrazo.

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  2. Hermoso canto a la fuente.
    ¡Con qué ansiedad acudíamos a ellas de niños!
    ¡Cuántas veces suss aguas nos habrán calmado la sed!
    Y ahora apenas se ven en nuestras ciudades.
    Francamente, me molesta encontrarmelas solo de adorno.

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  3. Verónica. Pero es que no las dejan. Aquí, al menos, están desahuciadas en su mayoría. Y si no han desaparecido es porque, aun modestas, están catalogadas y no pueden con ellas. Con agua o sin agua, son nuestra Memoria.

    Un abrazo.

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  4. Anónimo, pues ya somos dos los que somos heridos por ese abandono. Por supuesto que en algunas partes han puesto nuevas fuentes, estilo isabelino o decimononónico de metal, que no eran las propias de nuestra idiosincrasia. Y mientras, han desalojado estas otras. Uno empieza a pensar que hay mucho trasfondo de negocios por debajo y poco respeto a la herencia.

    Gracias por pasarte por aquí y reflejar tu opinión. Pasa cuando desees.

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