diario de un vallisoletano curioso

domingo, 12 de septiembre de 2010

¡Viajeros al tren...!

Siempre me ha parecido meritoria la labor de los miembros de ASVAFER. Este acróstico de apariencia dura significa Asociación Vallisoletana de Amigos del Ferrocarril y lleva veintiocho años largos siendo algo más que un grupo de gente que juega con las maquetas de ferrocarril. Porque por una parte su fin principal reside en rescatar material ferroviario del pasado y restaurarlo, y por otra en proponer objetivos de salvaguarda y cuidado de un patrimonio que con los cambios urbanísticos de la ciudad y otros acontecidos en los últimos años en la región (la desaparición de la línea de Ariza) deben ser tenidos en cuenta.

Desde hace varios años ASVAFER pone en marcha durante las fiestas de la ciudad un ambicioso ejercicio de darse a conocer y a la vez divertir a cuantos paisanos quieran acercarse por la vieja pero llena de encanto Estación de Valladolid-La Esperanza. Por una parte, abriendo sus instalaciones de maquetas de ferrocarril, donde es sorprendente el relato sobre aquel recorrido ferroviario a Medina de Rioseco. La gente le llama al viejo tren desaparecido el tren burra, pero ellos le nombran como Ferrocarril Económico de Valladolid a Medina de Rioseco. Esto me sorprendió gratamente, porque a través de la nomenclatura también se demuestra la entidad de criterios de los socios de la asociación. Valladolid estuvo tocado ampliamente por este recorrido, ya que había un amplio ramo urbano por donde circulaba el tren entre el llamado Campo de Béjar (por la actual estación de autobuses) y la Estación de San Bartolomé (Puente Mayor- La victoria)

Las maquetas de trenes que se asientan en el edificio principal de la Estación de La Esperanza ocupan tres habitaciones grandes y el recorrido de los trenes se conectan entre ellas. Es espectacular y grato ver la cantidad de detalles de paisaje, ciudades, carreteras y vías que se levantan y que te trasladan a un paisaje soñado. También tiene sumo interés la disposición de antiguos elementos del ferrocarril (faroles, herramientas, rótulos, aceiteras, etc.) rescatados de una pérdida definitiva.

Sumado a todo ello se encuentra esa representación de tren, ya de escala natural, que circula durante unos metros en la vía principal, compuesto de una locomotora de vapor, un vagón de Correos, otro de viajeros y uno más mercancías, rescatados y recuperados a puro esfuerzo y sabiduría, por los miembros de la entidad. Tuve la impresión de que la acogida por parte de la ciudadanía a esta muestra festiva era francamente buena.

Pero el objetivo principal de ASVAFER va en la dirección de lograr que el Ayuntamiento, dentro de los planes que existan sobre la nueva centralidad urbanística que va a desarrollarse dentro de pocos años en los terrenos de los Talleres, considere el salvamento de la rotonda de las locomotoras, interesante y aguda obra de un ingeniero francés hace más de ciento cuarenta años, dotándola de un uso tan significativo como convertirla en Museo del Ferrocarril. Y es que si Valladolid precisa un museo nuevo debe ser el que albergue la arqueología industrial viva vinculada al tren. No en vano, el ferrocarril fue el elemento revolucionario de la vida económica y social de la ciudad desde mediados del siglo XIX, y bien se merece un buen trato. Para rescatar y depositar piezas antes de que se extravíen, para convertirlo en memoria pedagógica y para ser consecuentes moralmente con lo que aportó a la ciudad la llegada del ferrocarril. ¿Demasiada ambición? Yo pienso que es de justicia.

2 comentarios:

  1. Soy asiduo. Es inevitable que cuando dibujamos un tren, siempre sea un tren de estos y no un ave.

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  2. Y no te cuento, Pedro, cuando nos viene el dibujo de la memoria. Aquel entrar de los expresos echando vapor, humo y pitidos en la Estación Valladolid Campo Grande en las noches de invierno. Si no lo hubiera vivido pensaría ahora que es una mera imagen literaria. Resultabe francamente fascinante (y todo el despliegue de comportamientos y labores en su entorno) Y luego, el vacío. Porque otra de las magias de las estaciones de ferrocarril antiguas es cómo de pronto pueden quedarse vacías, ocultando casi su alma.

    Sigamos siendo asiduos del tren.

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