diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Entre cacharros y cerámicas

Aunque parece siempre lo mismo, no lo es. Hay barro tradicional, y en uso, y hay recreaciones de cerámica renovadas. Ahí, en el Campo Grande están durante estos días los May Criado, Monona, Antonio López o Iñigo Dueñas, por citar algunos creativos actuales, junto a los alfareros de Arrabal, Alba de Tormes o Jiménez de Jamuz de toda la vida. Y a la gente le gusta pasarse y pasearse, mirar, tocar, preguntar. Porque el barro o el gres o la arcilla pueden precisar pocas palabras. O muchas, según desee saber el pagano sobre un arte que sigue estando vinculado a la tierra. Y al esfuerzo de quienes entienden de la potencia de la materia y de la habilidad de las manos. No perderse esta Feria.

8 comentarios:

  1. Aysssss, ya me has hecho pensar en la Feria de la Cacharrería de San Isidro... ¿qué tiene la cerámica que es tan atrayente?

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  2. No lo dudo, Pedro. Una cita deseada (Hay otra, la de San Pedro Regalado, me parece, que es de artesanía en sentido más amplio)

    Saludos.

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  3. Marta. Pues a mi modo de ver tiene mirada y tacto ante todo. Nos gusta recrearnos en las formas más tradicionales y asombrarnos con las modernas. Nos vincula a un pasado (algunos conocimos muy de cerca los botijos y los cántaros) Por cierto, recuerdo cómo había alfareros que iban con un burro y todo un atrezzo sobre el mismo sujetando cazuelas, botijos, etc. dentro de unas mallas, para la venta ambulante por calles de ciudades y pueblos.
    Nos sujeta a la tierra, con su doble significado: barro de materia prima y la habildiad del artesano al construir sus formas.

    Tantos elementos nos atraen...¿A ti qué es lo que más te lleva a ella?

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  4. Yo sigo encontrándole su uso práctico:
    - el vino se conserva más fresco.
    - el chocolate cocido sale más sabroso.
    - la caldereta de pescado en cazuela ancha y honda.
    - los pucheros y las sopas de cocido sin comparación y...

    en la mesa todo luce más acogedor.

    Bueno, al menos en mi casa...

    Un abrazo.

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  5. Pues siempre me fascinó ver el torno trabajando y ver cómo crecía el cacharro en las manos embadurnadas que lo moldeaban. En mi pensamiento, aquello era materializar el concepto milagro. Intentaba imaginar el tacto que tendría esa pasta, que incluso me parecía comestible. Me gustaba y me gusta el olor de la arcilla mojada. Me gusta toquetearla, aunque no consigo nunca hacer nada decente. Yo, de pequeña, soñaba con ser alfarera...

    Me gusta ver como se hace la cerámica a mano, ir moldeando el churro, recuerdo documentales en los que salían gentes de vete a saber dónde haciendo sus cacharros e imaginar que así fue cuando empezaron a hacerse en la prehistoria.

    Me gustaba la cazuela de barro con sopas de ajo que hacía mi madre y los cuencos con gazpacho. Las decenas de platos colgados en el comedor de mi abuela. El botijo al sol con agua en la puerta de los vecinos... Ahora me gusta usar todos los cacharros que puedo (para cocinar, para servir, para usos domésticos, para adorno personal) y estudiar su aspecto para intentar determinar su alfar. Me gusta dar la vuelta a los platos en los restaurantes y ver de dónde proceden y alegrarme cuando acierto si es San Claudio o Sargadelos o lo que sea.

    He tenido oportunidad de ver y estudiar piezas de cerámica prehistóricas de verdad, ver las huellas de los dedos que las hicieron hace unos miles de años y cómo estaban decoradas, de localizar trozos de barro con las huellas del entretejido vegetal que luego se recubría de barro. Las cerámicas de Mesopotamia tan ingenuas y preciosas de Tell Halaf. Ver y reconocer las lucernas y saber su cronología según los motivos ornamentales que llevan. Las cerámicas califales con su color verde maravilloso y sus alusiones al poder. Incluso en alguna excavación en la que participé, cuando tocaba cribar con agua las bolsas de tierra extraídas de la cueva, al ser de matriz arcillosa, jugar con la arcilla casi pura diluida y pintarme con ella.

    Todo eso me lleva a ella.

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  6. Te doy la razón, Verónica. Sigue siendo un menaje y además muy moderno, porque los sabores se mantienen y se rescatan y se actualizan en el barro. ¿O habría que decir que se trata de lo clásico contemporáneo? Palabras. Los sabores no son sintaxis, sino gusto, desfile de los sentidos, apropiación de aromas y una ingestión que reivindica la propia inteligencia del cuerpo. Nada que ver con las comidas basuras, lo light, lo precocinado y otras gamas de la apariencia.

    Bien citas, por lo tanto...pero, ¿y el botijo? ¿Por qué su desuso?

    Un abrazo.

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  7. Marta. ¡Soñar con ser alfarera! Asombroso y delicado. Es curioso cómo algunas de esas ilusiones o experiencias palpables las he sentido yo en mayor o menor medida. Esa combinación de la utilización de los cacharros en lo culinario con el ejercicio personal de hacer vasijas y moldear con el barro, es el no va más. Utensilios que nos acercan más a la medida tradicional del hombre, que nos vinculan con sus culturas seculares, que nos deslumbran con su estética. No es fácil siempre acertar sobre el origen de los estilos cerámicos. Algunos son inequívocos. Depende también de las zonas donde hayamos vivido. Y siempre me ilusiona encontrar formas, texturas y colores que no conocía.

    Hace muchos años encontré una artesanía muy característica en Priego, de Cuenca, y me traje varios cántaros sólo por la atracción de sus formas y porque la decoración me recordaba la celtibérica de Azaila. Probablemente, muchos motivos decorativos se hayan transmitido a lo largo del tiempo, algunos diluyéndose en parte y otros permaneciendo sedimentados. Como las tierras, como los usos. Es curioso ver que hoy día hay también algunos ceramistas que recrean los vasos campaniformes y la terra sigillata, por ejemplo. He colgado incluso una fotografía donde se aprecia.

    Respecto a lo que relatas -apetecible y deslumbrante- acerca de ver y tocar cerámicas de distintas épocas y culturas, mi experiencia es menor, pero tengo alguna. Y puedo refrendar lo emocionante que resulta tenerlas en las manos. Aunque reconozco que mis primeras emociones fueron al toparme con la industria lítica del sílex, que también está trabajada por las manos de unos hombres, pero son otra cosa. Lo que tú dices: no sólo ver las piezas terminadas en sí, sino los restos de un taller, el almacenamiento del barro, incluso esas huellas…tiene que ser como remontarse en el túnel de los siglos.

    Se agradecen vuestros testimonios. Un abrazo.

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