diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La calle en un día laborable que lo fue poco

Son imágenes de un día de esos que no son frecuentes. En que el pálpito de la ciudad se detiene o baja su intensidad clamorosamente. Un día que ahuyenta a algunos o saca a otros de casa libremente. Los que un día como hoy salen con talante reivindicativo lo hacen porque no están de acuerdo con una situación que va a marcar su futuro. Sigan o no a los sindicatos, los motivos de la gente para estar en la calle son variados. Hay quien está ahí por desacuerdo con la reforma laboral, quien está harto de ser el perdedor de siempre, quien persigue aún sentimientos de justicia y de moralidad, o simplemente para manifestar su desacuerdo y su rabia. Los que están ahí no se sienten manipulados. Creen en el ejercicio de la expresión pública. Se sienten próximos unos a otros y se buscan. No es un acto de irracionalidad, sino de exigencia. Es un símbolo, pero también un toque de atención al gobierno y al mercado. A pesar de la apariencia festiva uno saca la conclusión de que la gente no está para bromas.


martes, 28 de septiembre de 2010

Dos miradas

Dándose la espalda el uno al otro, aun perteneciendo al mismo hogar. Como la vida familiar misma. Estos miradores vacíos y esqueléticos, aun siendo del mismo edificio son de distinta complexión y diferente material. La casa, en la plaza de la Universidad, hace esquina. Los miradores más cálidos y alegres, los de madera, se abren al arbolado de la plaza. Es como si se pusieran de parte del espacio cívico y laico, transitado históricamente por estudiantes y empleados de comercio. Los de hierro, más enjutos y severos, dan a la calle Cardenal Cos, que es esa calle lateral de la Catedral que acaba donde el Berlín. Estos parecen manifestarse más en función de las liturgias y procesiones al uso que reclama el templo de la proximidad. Un edificio de dos caras. Desalojado desde hace varios años, espera una rehabilitación que, por el lugar donde se ubica, debe ser sumamente cuidadosa. La armonía que ofrece actualmente se tiene que respetar. Incluso con esa doble imagen. A dos calles, a dos ciudades. A dos miradas.



lunes, 27 de septiembre de 2010

La ciudad, estos días

La ciudad está empapelada. ¿Quién la desempapelará? El desempapelador que la desempapele, etcétera. Pero no antes de la fecha. El paisaje urbano, al menos el de muros, contenedores y túneles se ha vestido estas últimas jornadas de convocatorias y protestas. Una huelga general no tiene lugar todos los días y algo grave tiene que estar pasando para que un sector amplio de la sociedad haya sido convocado por los sindicatos de trabajadores. Sobre los motivos creo que todo el mundo está enterado, si ha querido enterarse. Los sindicatos dicen que las medidas de política laboral del Gobierno son agresivas. Y que en un juego de cesiones y concesiones a la patronal en materia de reforma laboral, se pretende prolongar la edad de jubilación así como introducir una reforma de las pensiones lesiva. De momento, las paredes hablan. El miércoles quien hablará será la gente. Y resulte un éxito o un fracaso esta huelga, cada cual deberá sacar sus conclusiones. Por otra parte, la verdad es que se echa en falta más imaginación en el diseño de los carteles. Algunos quieren romper el esquema, pero se quedan a medias. El recurso a las imágenes tópicas se repite. Y los más pragmáticos se limitan a conjugar letras de diversos tamaños. Cartelismo de baja intensidad para una convocatoria de alta tensión.


domingo, 26 de septiembre de 2010

Los dioses entre nosotros


El Olimpo y sus dioses están aquí. Si alguien tenía alguna duda de que fueran pura mitología griega, que aterrice. Para muestra, este botón. En la pequeña barriada de El Torreón sus nombres proclaman a lo grande una reencarnación de rótulo. Canta, oh musa, la cólera del pelida Aquiles, etcétera, parece resonar en nuestros oídos. Pero los dioses permanecen imperturbables y, como siempre, a lo suyo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

El Torreón seguirá siendo El Torreón

Siempre me llamó la atención esta huella de la ciudad. Mucho más allá de la Rubia, ya en la carretera de Rueda, ha permanecido ruinoso durante bastantes años. Si antes era la seña de identidad de una pequeña y apartada barriada de casas molineras, ahora es como una pieza de museo integrada, próxima a la rotonda de Vallsur. Puede que sea resto de alguna edificación antigua perteneciente a una finca, pero el vecindario lo conoce como El Torreón por razones obvias. Incluso muchos lo llamaban El Fielato, si bien parece que la caseta de los arbitrios municipales estaba un poco más allá.

Hoy se halla restaurado, cierto, pero a precio de vincular su destino a un espacio que se podría llamar plaza-jardín, que pretende ser un monumento a las ciudades hermanadas. Este tema de las ciudades que se hermanan parece muy bonito pero a la vez muy chocante: Valladolid se hallaría hermanada con lugares tan dispersos en distancia física y en calidad urbana como Boston, Lille, Morelia, Florencia, Orlando, Lecce y Ahmedabad. No sé muy bien los fines prácticos (los teóricos siempre están cargados de buenas intenciones) de los hermanamientos. Supongo se limitan a unas relaciones meramente formales o de intercambio de ciertas actividades de baja intensidad. También me resulta curioso por qué hay que hermanarse con esas ciudades y no con otras. De momento El Torreón ha dejado de existir nominalmente. Ahora se ha bautizado el lugar con el rumboso nombre de Plaza de las Ciudades Hermanadas, pero el poder de la imagen del Torreón frente al monumento adjunto es superior y se le seguirá llamando al lugar El Torreón.


Lo que más me ha chocado es el nuevo y supuesto monumento. Cuando me he acercado he tenido una sensación extraña. La morfología ¿urbana? del mismo me recordaba más las calles de un cementerio que las de una ciudad viva. Supongo que los arquitectos diseñadores habrán sugerido los monolitos de base cuadrangular con alturas diferentes precisamente para transmitir la idea de que se trata de edificios. En todo caso sugerirían edificios de ciudades del tipo de desarrollo occidental moderno. Pero por más que le buscaba sentido me sentía caminando por una necrópolis. Puestos a ser más benévolos, me recordaba también un montaje de stands de la Feria de Muestras. ¿Para vender un hermanamiento? No se puede decir que se hayan esmerado demasiado. En un lateral de algunos de estos paneles lucen fotografías de monumentos representativos de esas ciudades. Mi percepción es que la belleza la he encontrado más en el césped y en algunas plantas del perímetro, incluido el árbol tradicional, que en esos pilares huecos.

El Torreón es mucho torreón. Su entidad arquitectónica desplaza el espacio adjunto, de escasa originalidad. Da la impresión de que éste se ha metido con calzador. Pero al menos, si se trataba de evocar a las ciudades mencionadas podría haberse diseñado algo más hermoso e imaginativo. O este monumento es de bajo coste o se están perdiendo las referencias de las alegorías y los simbolismos. Y, desde luego, la estética me parece que brilla por su ausencia. Pero mi opinión es muy particular, oigan. Nadie tiene por qué hacerme caso.