Quiero dedicar estas fotografías a uno de esos fenómenos de invierno de Castilla que son de de lo más efímero entre lo efímero. Son las cencelladas matutinas. Ese hielo blanco que se forma por la congelación de las gotitas de la niebla y que se deposita lento y callado sobre los coches, los jardines, los bancos, los tejados...pero que, según avanza la mañana, se disuelve con la misma discreción con que había llegado. Los alrededores del Arco de Ladrillo y la zona ajardinada próxima a la Plaza de Colón dan buena muestra de ese espectáculo natural tan propio de este clima y de este territorio.
diario de un vallisoletano curioso
jueves, 12 de enero de 2012
La cencellada
Quiero dedicar estas fotografías a uno de esos fenómenos de invierno de Castilla que son de de lo más efímero entre lo efímero. Son las cencelladas matutinas. Ese hielo blanco que se forma por la congelación de las gotitas de la niebla y que se deposita lento y callado sobre los coches, los jardines, los bancos, los tejados...pero que, según avanza la mañana, se disuelve con la misma discreción con que había llegado. Los alrededores del Arco de Ladrillo y la zona ajardinada próxima a la Plaza de Colón dan buena muestra de ese espectáculo natural tan propio de este clima y de este territorio.
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Un panorama indiscutiblemente vallisoletano que no "disfrutábamos" desde hace años. Este invierno sí va cumpliendo la dosis de niebla tradicional de la ciudad, sin duda.
ResponderEliminarParece que todos -casi todos, supongo-, nos ponemos muy contentos con la cencellada y la niebla.
ResponderEliminarPedro, así es. La niebla había mermado en inviernos anteriores, pero parece que ahora toca el ciclo, tan particular en estas cuencas fluviales nuestras. Si no fuera por el tema del tráfico, sería una gozada total este fenómeno. A mi me retrotrae a mi infancia por el barrio de San Andrés, Santa Cruz y los cines de entonces (incluidos los de los curas) La cencellada tiene una riqueza visual asombrosa y, ya ves, no podía resistirme a la tentación de "capturarla".
ResponderEliminarUn abrazo.
Casilda, pues claro. Levantar la persiana y verla entre dos luces le hace sentir a uno su fragilidad de humano. Parece mentira, ¿eh?
ResponderEliminarYo ya tenia ganas de niebla.Todo se ve de otra manera cuando parece que estas en una burbuja de niebla.
ResponderEliminarEnBu, todo se ve de otra manera y no se ve de ninguna. No te extrañe si luego en la vida es común usar como metáfora la niebla, cuando se nos depara la confusión de nuestros propios pasos. Gracias por pasarte.
ResponderEliminarHay gente que me dice que lo que no la gusta de Valladolid son las nieblas. Y es que solo los que somos de estas tierras sabemos apreciarlas. ¡Me encanta!
ResponderEliminarAnaïs, estoy en la misma opinión que tú. Me gusta para recorrerlas a pie. En coche...tiene sus riesgos (fuera de ciudad, claro)
ResponderEliminarDesde luego, visualmente la niebla dota de belleza y misterio a la ciudad. La gente es que no pasea, coge un día de niebla y vete a seguir el río...es apasionante.