diario de un vallisoletano curioso

sábado, 10 de septiembre de 2011

Un museo de la experiencia al aire libre


Uno entiende muy poco de máquinas de taller. Y menos de las antiguas. Ni de fresadoras, ni de tornos, ni de prensas, ni de desbastadoras, ni de taladradoras, ni de perfiladoras. Etcétera. Uno ve los nombres por un lado y las máquinas por otro. Pero hay mucha gente de la ciudad que enseguida le pondría el rótulo perfecto a cada elemento. Viejos aprendices de RENFE o de FASA, mecánicos de la multitud de talleres que ha habido, exalumnos de Formación Profesional...Pero me alegro por lo menos de que algunas de esas máquinas obsoletas no hayan acabado en la chatarra. Y que estén ahí, en el jardín de la Escuela de Ingenieros Técnicos, posando su jubilación merecida como si se tratara de museo. Que lo es. Que son estatuas ahora, pero que fueron instrumento vivo en manos de expertos. Muestra de la técnica y de la experiencia.La idea de salvarlas y mantenerlas, con esa pátina verdosa, y a la intemperie fue extraordinaria. El buen acero puede con el clima vallisoletano sobradamente y más si se las da de vez en cuando una mano de pintura antióxido. En la Huerta del Rey, pilla casi enfrente de las pomposas Cortes de la Comunidad.














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