Las fotografías hablan por sí solas y poco hay que añadir. Las riberas del Pisuerga, desiguales pero con abundante floresta, son transitables en las cuatro estaciones. Caminitos que descubren árboles de hojas perennes y otros de caducas, cuando no alguna que otra floración que anuncian las abundancias de la próxima primavera. Todo no nace a la vez, como tampoco todo desaparece de un golpe. Ciclos y especies que despliegan esa armonía a orillas del río que se echa en falta unos metros más arriba, donde todo es tráfago y ruido neurótico. En el tramo entre el puente llamado de la División Azul y la pasarela peatonal junto a El Corte Inglés la ribera se encoge en invierno, pero nunca del todo.
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