diario de un vallisoletano curioso

domingo, 27 de noviembre de 2011

Tiempo de poda


Es un ejercicio anual y necesario. Pero este año suena también a metáfora. ¿Tiempo de poda de árboles o tiempo de poda de inversiones públicas? Tal vez las leyes de la naturaleza botánica y las de la naturaleza social no sean tan diferentes. Tal vez coincidan por el acontecer del despilfarro, el ansia de ganancia desmedida de ciertos poderes y la falta de control ciudadano. Uno no es optimista ni cree que se arreglen las cosas con caras nuevas que mantienen chistes viejos. De momento me quedo contemplando las sierras de los operarios, aunque tentado estoy a imaginar más. Tiempo al tiempo. Tiempo de podas.








viernes, 25 de noviembre de 2011

¿Sólo un día?




Pillé este cartel en el bolo del Caño Argales. Supongo que habrá por ahí más pegados con otras consignas y otras proposiciones y rubricadas por distintos entes sociales. Que esta fecha haya sido designada como Día internacional contra la violencia de género, o como otros preferirían llamarlo contra la violencia sobre la mujer servirá, supongo, para ciertas conmemoraciones minoritarias. Un tema tan grave no es únicamente cosa de mero recordatorio o simbolismo, aunque esté bien una especie de reflexión tanto colectiva, como mediática o institucional. Las agresiones cotidianas contra la mujer son tan repugnantes y fatales que su denuncia no debe depender tanto de celebraciones efímeras como de actitudes sociales, jurídicas y educativas en el día a día. Los sistemas en que están basados y se desarrollan la explotación, el abuso y el poder, llámense como se quieran, tanto en materia de género como laboral o política, son quebradizos si tiene lugar una amplia convergencia de actitudes y comportamientos que se opongan a que sigan cundiendo. Ardua tarea la de hacer frente a la violencia y erradicarla. La idea del respeto entre sexos debe ser incubada desde la infancia. Un tema vital en la asignatura de Educación para la ciudadanía, si es que esta asignatura no queda derribada por la reacción.




viernes, 18 de noviembre de 2011

Donde estamos


Pues aunque suene raro, porque el 99,99 por cien de nuestros paisanos no lo sabrá, estamos donde estamos. Donde real y más exactamente estamos.

Latitud: 41º 38' 17,3'' N
Longitud: 4º 44' 43,1'' O

Esto no se cambia así como así. Lo otro, que si pertenecemos a una provincia, a una región, a una nación o a un estado es más efímero y circunstancial.

Las coordinadas geográficas mandan.

martes, 15 de noviembre de 2011

Aquellas piedras dignas...




¿Saben muchos paisanos que parte de las piedras con las que está hecha la cascada del Campo Grande procede del viejo Ayuntamiento de la ciudad? Por supuesto, las que se ven a primera vista con forma de rocas o de estalactitas son ornamentales y fabricadas para dar la sensación de jardín japonés. Pero hay otras, fáciles de distinguir, que forman peldaños de la subida a la cascada, o adaptadas como bancos o dejadas a un lado como formando algo que a la gente no le dice nada. Pero si se observa con cuidado -siempre me habían llamado la atención pero ignoraba su procedencia- vemos que en estas piedras hay un tallado, con formas de sillares y de boceles. Es decir, hablan de un trabajo elegante, de una utilización digna. ¿En cuántos lugares, incluídos cimientos de edificios o fincas privadas, no estarán tantas y tantas piedras que componían el edificio del antiguo y secular ayuntamiento vallisoletano que permaneció hasta finales del siglo diecinueve? Tanta dignidad y autoridad para acabar en esto. Pero no, no repitamos aquello de Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora. campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa...porque no es el caso. De alguna manera las piedras del viejo ayuntamiento han perdido en autoridad pero no en dignidad. Forman parte jubilada del Campo Grande, uno de los monumentos más significativos y logrados de la ciudad de los últimos ciento treinta años últimos.













jueves, 10 de noviembre de 2011

Monumentos de lo efímero


Modesto monumento a lo efímero. Sin duda, el triunfo de lo estacional. En el entorno de San Agustín y su Archivo Municipal. La resistencia de las enredaderas y otras variedades a despedirse de sus colores. Lo hacen potenciando más sus tonos. Un juego pasajero, melancólico.







miércoles, 9 de noviembre de 2011

Un cómic de Ginés


Ginés dibujó y editó al principio de verano su cómic titulado Donde dije Diego, como homenaje personal a Diego Lara (1946-1990), un diseñador pretecnológico, como él dice, excepcional. Y copio de las Notas de Ginés: "La trayectoria profesional de Diego Lara pasa por la editorial Nostromo, la revista Poesía o el periódico de la Galería Buades, entre otros hitos de la edición en nuestro país. Simultáneamente a su trabajo desarrolló una obra plástica proscrita, aunque fruto de los mismos cortes de tijera de los mismos golpes de vista. Esta actividad suya fuera del ámbito público demuestra una cuidada preocupación por la posteridad, una preocupación propia de la tradición de artistas escépticos que han tratado de esquivar las dificultades que plantea la palabra artista. No es casual que casi todo lo publicado sobre Diego Lara sea posterior a su muerte, como tampoco lo es que en oficio como el suyo (el de hacer libros), supuestamente discreto, apareciesen en aquellos años las primeras vedettes del diseño."


Y tampoco debe ser casual del todo el olvido en el que parece estar sumergido el mismo diseñador. Los textos que aparecen en Donde dije Diego pertenecen a fragmentos de lo que el Diego Lara escribió en agendas y cuadernos propios. El cómic está sumamente trabajado, a base de trazos negros y fondos emborronados, como si pretendiera resaltar un espacio que podríamos denominar tenebrismo urbano. Aquellas representaciones herederas del viejo cine americano, del cine policíaco y negro que tan bien retrataba la soledad y las zonas oscuras de los individuos. Al menos, a mí me recuerda esto. Por otra parte, a mi modo de ver, en este cómic de Ginés hay viñetas francamente magistrales. Aunque lo magistral probablemente no sea sino la dedicación, el esfuerzo, el dibujo meticuloso y calmo hasta dar con los significantes. Y Ginés, no me cabe duda, se lo tiene bien currado.













domingo, 6 de noviembre de 2011

Las chicas de los bordados




Ya llevan un año largo estables por nuestra ciudad. Carmen Bredy y Patricia Sthory, tras sus periplos oceánicos parece que han fijado sus reales en la calle Núñez de Arce. Allí, frente a un par de hoteles coquetos estilo siglo XIX (ese tramo de calle es un residuo del Valladolid romántico) abrieron Bordastampa, una pequeña tienda taller donde se lo curran, sorteando la marejada general. Como las fotos ilustran (es Patricia la que está delante de la puerta colocando sus maniquíes) llevan a cabo bordados a máquina sobre todo tipo de prendas y con cualquiera de los motivos que el cliente sugiera. Me hizo ilusión encontrármelas, después de tanto tiempo sin saber de ellas, con su alegre y bonita tienda. Y luchando contra los elementos y a la manera artesana, que acaso sea la más práctica y realista a la hora de capear el temporal. En pleno centro, a la vuelta del Farolito. Mis felicitaciones.













martes, 1 de noviembre de 2011

Pintadas sucias en la Fundación Jorge Guillén: vandalismo e ineptitud



Así ha aparecido el exterior de la Fundación Jorge Guillén, en el llamado Parque de las Norias. Es gamberrismo, se dice. ¿Qué hacer? No lo sé. ¿Cómo evitarlo? No lo sé. La conducta de los grafiteros de vía estrecha -absurda, indiscriminada, inútil- ¿remite al ambiente familiar, a la dudosa educación, a la ausencia de un código de valores siquiera constructivo? No lo sé. Bastante desagradable es que se perjudiquen con spray las fachadas de edificios donde vive la gente. Pero cuando ese desvarío tiene lugar sobre monumentos históricos, obras de arte o legados del pasado es más grave todavía. Los edificios históricos están plenos de simbolismo. No se les rescata de la incuria y del abandono para que se sumerjan en poco tiempo en esa fealdad latente. No hablemos ya de coste económico, asunto serio e importante en estos tiempos. Hablemos de lo poco que dicen ciertos conjuntos urbanísticos a una minoría de individuos cuyo alcance, al pintorrojear fachadas, no acierto a interpretar.

Rescatar un edificio o una serie de ellos, con ser importante, no acaba en adecentarlos. Hay que dotarlos de uso. Y ahí viene otro problema que, a mi modo de ver, no incumbre al gamberrismo juvenil o no juvenil, sino a la dudosa inteligencia, si no ineptitud, del organismo propietario y responsable del mantenimiento y conservación del Parque de las Norias. Cuando cedieron ese antiguo caserón para sede de la Fundación Jorge Guillén, me alegré. Como me he alegrado de que el edificio próximo también vaya a ser sede de otro ente. Pero, claro, ir haciendo este tipo de intervenciones poco a poco, sin perspectivas, en un lugar solitario y cuyo entorno es el Polígono de Argales y la Carretera de la Esperanza, con esa vía del ferrocarril que lo separa del núcleo más habitado, resulta altamente arrriesgado.

Las inversiones que en su día se hicieron por acondicionar los antiguos terrenos de la Azucarera Santa Victoria, con sus hermosos y representativos restos de arqueología industrial provenientes del siglo XIX, habrán servido de poco si no se contempla una recuperación y dotación de los edificios más o menos a la par. Al actual alcalde, hace más de cuatro años, le dio por agilizar esa recuperación de modo más formal que de contenidos, para apuntarse un tanto electoralista a mayores y exponerlo en el balance de realizaciones de su gestión anterior. De ahí, poco más ha pasado la recuperación de las Norias. Y de un abandono anterior en forma y fondo se ha metamorfoseado todo ese conjunto en un abandono que ha costado dinero y que parece bonito, pero que sigue prácticamente relegado. Digo parece porque, al paso que va la burra vandálica y el desinterés municipal, me temo que ese tipo de acciones no va a desaparecer y dado el marco físico poco concurrido en que se encuentra no cabe esperar otra cosa.

Por supuesto, insisto en la actitud absolutamente enajenada de los grafiteros que, con la alevosía y seguridad que les da un lugar apartado, acometen este tipo de fechorías. Pedirles que coparticipen del derecho a la ciudadanía y que respeten a los demás, sobre todo a lo que representa un bien colectivo, es pedirles acaso demasiado. Para mí que esto no se corta solamente con acciones punitivas. Hay comportamientos de marginalidad, aunque luegos sus familias respectivas actúen como colchón social y protector. En fin.