diario de un vallisoletano curioso

viernes, 25 de febrero de 2011

Testigos sentenciados



La Avenida de Santander, que es la continuación de la Avenida de Palencia, se había quedado un tanto relegada en esto del crecimiento urbano de la ciudad. En los terrenos que vienen a continuación de la Central Lechera Vallisoletana, hoy Lauki, permanecían unas buenas hectáreas en forma de fincas desocupadas. De los viejos tiempos queda el poblado Endasa, el Barrio de España a un lado y al otro el de San Pedro Regalado. Ahora ya se ven movimientos de tierra y excavadoras y la vieja entrada a Villa Lucía es fantasmal y ya está en las últimas. Claro que aunque fuera como monumento a la inapreciable rueda de carro, que tantos siglos y tanto servicio ha causado al transporte de mercancías, la pilastra debería permanecer a las puertas de los nuevos edificios (construcción de lujo, dice el cartel inmobiliario) como reconocimiento y memoria.



jueves, 24 de febrero de 2011

Sistemas viejos con caras nuevas


¿Viejos o nuevos sistemas publicitarios? Me viene a las mientes aquel procedimiento antiguo del hombre encartelado que se desplazaba arriba y abajo de la acera haciendo publicidad de un comercio. Los métodos publicitarios de calle no son nuevos, pero sí constituyen una cierta novedad en una época en que todo se confía a la publicidad de televisión o a las cookies de anuncios que te asaltan sin quererlo cuando estás metido en el ordenador. Así que me gustó encontrarme con este sonriente luchador de la calle, desinhibido y abierto. La plaza de España es un buen espacio para ser visto. Aunque el apresuramiento de la gente y el exceso de mensajes por todas partes vuelva opaco al pretendido receptor.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Un zaguán decorado


No es raro encontrarse en edificios de la segunda mitad del siglo XIX o principios del XX con zaguanes donde lucen todavía estucos o frescos en los techos o paredes. Portales muy restaurados o incluso prácticamente rehechos, pero donde, al menos, se han conservado ese tipo de elementos ornamentales.

En este portal de la calle Santa María, esquina a Santiago (¿quién de cierta edad no recuerda el periódico falangista paradójicamente titulado Libertad aposentado en el mismo durante el franquismo?) se sitúa el objeto de la fotografía. Una alegoría seguramente del trazado y el diseño de la construcción que probablemente pase desapercibido para el público que entre y salga de las oficinas ubicadas en el edificio. Un zaguán más de los que voy descubriendo con gozo. ¿Para cuándo una guía que recoja este tipo de arquitectura de época, representativo del Valladolid industrial y burgués?


martes, 22 de febrero de 2011

Homenaje (efímero) al perro de consumo


No sé si es un homenaje de Ginés al perro hiperdomesticado (excepciones aparte) pero ahí estaba esta tarde su efigie en pleno Caño Argales. De aquellos tiempos de perros callejeros hemos pasado a estos tiempos de ahora en que los canes con hogar son paseados a todas horas por sus amas y amos. Y algunos, a pares. Pequeños y no tan pequeños objetos animados domésticos que se han vuelto tan consumidores como sus dueños. Oh, costumbres.




sábado, 19 de febrero de 2011

Veredas del Pisuerga por la Zona Sur


Las fotografías hablan por sí solas y poco hay que añadir. Las riberas del Pisuerga, desiguales pero con abundante floresta, son transitables en las cuatro estaciones. Caminitos que descubren árboles de hojas perennes y otros de caducas, cuando no alguna que otra floración que anuncian las abundancias de la próxima primavera. Todo no nace a la vez, como tampoco todo desaparece de un golpe. Ciclos y especies que despliegan esa armonía a orillas del río que se echa en falta unos metros más arriba, donde todo es tráfago y ruido neurótico. En el tramo entre el puente llamado de la División Azul y la pasarela peatonal junto a El Corte Inglés la ribera se encoge en invierno, pero nunca del todo.



miércoles, 16 de febrero de 2011

¿Una gran mandíbula?


¿Una boca feroz?


¿Un estómago triturador?


Bajo el puente


Perspectivas bajo un puente. Qué diferencia entre la acogedora sillería de un puente romano o medieval, por ejemplo, y esta megalomanía de cemento. Y sin embargo, uno le tiene cariño al Puente del Cubo, tal vez porque crecimos casi a la par y jugué en mis años jóvenes en esa orilla. Recuerdo incluso que los chicos más aguerridos (o los estúpidamente osados, con esa audacia irresponsable que da la juventud) escalaban por esa gran arquería, casi formando parte de la luz del puente. Nada menos que 65 metros de luz que visto en la distancia o desde determinados ángulos tiene su valor.

El cemento da una sensación de frialdad enorme, nadie lo duda, y sus lados se prestan a la grafitería cutre y la mensajería que se superpone año tras año, imponiendo pequeñas señas de tránsito y vitalidad. ¿Cabría imaginar en las zonas de cemento del puente más pegadas al paseo una buena pintada tipo trampantojo que diera belleza al cemento y conectara con los márgenes del río? Supongo que ideas no faltarían. Artistas, tampoco. ¿Pero sería compartida la pretensión por toda la ciudadanía y por los munícipes?



martes, 15 de febrero de 2011

El (pen)último obstáculo



En el otro extremo de la dejadez gamberra y ociosa está la dejadez estética. Ésta sorprende más. Sorprende porque procede de los gestores municipales. Sorprende porque no se entiende que las calles se conviertan en amueblamientos exagerados. Ya había pocas señales, vallas, kioscos, chiringuitos, farolas, luminarias, parquímetros, papeleras, bordillos y rebajamientos a diferentes alturas, terrazas, bancos a troche y moche, cámaras de vigilancia, esculturas mal colocadas, etc. Ya existía demasiada saturación como para que ahora llegue lo último, auspiciado por el Ayuntamiento, estos grandes postes electrónicos cuya finalidad no la veo ni clara ni útil. Ya sé que el concepto de utilidad varía en función del comprador o del vendedor. Porque uno tiene la sensación que el asunto es que los agentes de ventas privados le metan al Ayuntamiento cualquier historia de última generación.

Por supuesto que no discuto aquí la necesidad de un cierto mobiliario urbano que responda a un cuidado y una necesidad imprescindible. Lo que discuto son dos cosas: una, que se esté colocando lo innecesario y secundario. Y otra, que se recarguen exageradamente las vías urbanas. En el trazado del centro de la ciudad se nota más. Si te descuidas vas golpeándote con las cosas y la visión y la perspectiva quedan eclipsadas por la innumerable plaga de objetos de todo tamaño y condición.

Sigo preguntándome: ¿por qué esa obsesión en llenar las calles? ¿Por qué esa manía en ocupar y destruir el espacio peatonal? ¿Por qué ese olvido de la perspectiva? Por supuesto, la perspectiva no se elimina por las buenas. El problema es que la perspectiva pierde su valor y las calles dejan de ser agradables espacios de tránsito. Cuando uno ve este enorme cartelón electrónico piensa que la cultura impuesta del Gran Hermano de 1984 de Orwell se ha asentado definitivamente en nuestros pagos. A mí, particularmente, me parece desafortunado. Y además, cuesta mucho dinero que pagamos...¿quiénes?

domingo, 13 de febrero de 2011

¿Europeos?



Cuando uno contempla el paisaje después de la batalla de los sábados noche, pone en marcha el signo de interrogación. Descartado el supuesto valor de la rebeldía juvenil (rebeldía la de El Cairo, oigan), relegada la camaradería (todos hemos sido jóvenes y camaradas menos cutres) sólo queda una lectura: el alcohol (y otros) en demasía. Y no toquen ustedes al gremio hostelero que en estos temas invocan la responsabilidad y la libertad de elección del cliente y exhiben manos limpias.

¿Sólo queda una lectura? No, hay más y más profundas. La falta de valoración del espacio público (el incordio de no poder conciliar el sueño los vecinos afectados) El menosprecio por los bienes colectivos (lo de las bicis públicas tiradas y en estado penoso me da grima) La ignorancia del coste de cualquier mantenimiento (los domingos por la mañana el centro está tomado por un batallón de trabajadores de la limpieza que se afanan en rescatar el centro para que la ciudad sea accesible a los eslóganes turísticos) En fin, el no hacerse cargo del valor y el esfuerzo de las cosas.

¿Gripe del consumo? Indudablemente. Hay muchos que piensan como Fraga en su época de ministro: que la calle es suya. Una toma de la calle anodina y cutre. Es que esto de ser tan callejeros, alegres y maravillosos los españoles nos puede. Pero aún nos queda mucho para que la otra identidad, la que tiene futuro, prescinda de la interrogación.


viernes, 11 de febrero de 2011

Las dudas de una dieta en el Campo Grande





¡Albricias! Al fin nos ponen ensalada…





El caso es que no la sirven muy aliñada que digamos.





Así no me va. Ahora que no me ve nadie dejo el plato entero.





Y mira que me pica el gusanillo…





Me han educado para que no me siente sobre el plato, pero es que está tan fresquito…





En fin, creo que una buena siesta no me la quita nadie…




…por lo menos hasta que venga algún jubilata o el pesadilla de un niño a amargarme el sueñecito.






Dedicado a Álex que ha cumplido hoy cuatro años.


jueves, 10 de febrero de 2011

La honesta huella de las Tenerías


Otro tramo de paseo de la orilla del Pisuerga es el de la zona de Tenerías. El nombre suena por una plaza que hay por San Ildefonso, pero ¿sabe el paisanaje lo que eran las tenerías? Yo tampoco lo tenía claro, pero todo es cuestión de informarse. Porque cuando entras a intentar saber sobre industrias y oficios de otra época somos todos unos ignorantes. Casi todos los oficios y labores del pasado han caído ya en desuso y sobre todo en el olvido. A algunos nos suenan ciertas cosas por nuestros padres y abuelos, sobre todo si procedían del campo, último baluarte de la España secular.



Las tenerías eran unas industrias artesanas de tratamiento inicial de las pieles de los animales domésticos (corderos, cabras, machos cabríos, vacas, toros) Digamos que se las depuraba y se las desgastaba hasta dejarlas lo más limpias y encogidas posible para que luego pudieran ser tratadas. En definitiva, se las adobaba (¿quién utiliza hoy día este verbo si no es para el otro uso, el de sazonar la carne de los animales de matanza?) Y a partir de ahí ya se podían curtir las pieles para convertirlas posteriormente en prendas.



Así que este barrio de tenerías y curtidores tenía que estar forzosamente instalado en pasados siglos a orillas del río Pisuerga. La necesidad de agua para ese trabajo era fundamental. En las fotografías se advierten los escasos restos. El muro imponente y sobre todo esa especie de estanques donde uno trata de imaginar el esfuerzo de frotamiento y enjuague de las pieles. El paseante echa en falta alguna clase de panel informando sobre el gremio y sus trabajos, del estilo de los que oportunamente se han instalado en los restos del Palacio de Ribera en Huerta del Rey. Por encima de estos restos, emergen los edificios de las últimas décadas. ¿Cuántos recuerdan que ahí estaba el cuartelillo de los grises, la Policía Armada de Franco?