diario de un vallisoletano curioso

sábado, 31 de octubre de 2009

Manolo Sierra


Va uniformado de negrastormentasagitanlosaires, o a mi me lo parece, llevando en ristre uno de sus últimos trabajos para un regalo. La histórica escuela pública La Normal, hoy Colegio García Quintana, de testigo de fondo. Pero juro que Manolo Sierra no es ningún fundamentalista. Tolerante y generoso como él conozco pocos. Que le pedías una serie de dibujos para la revista de tal asociación o tal grupo iconoclasta y rebelde, toma, te los hacía por la cara. Que era un cartel lo que necesitaba tu tribu agitada, lo tenías. Que había que hacer un mural para tu barrio o tu pueblo, él sólo pedía que trajeras la pintura.

Siempre lo ha tenido claro. Cobraba donde había dinero y la transacción era obligada, como es de rigor, con el ente oficial y administrativo de turno. Donde sólo existía voluntad, apoyo mutuo, dar mucho y recibir poco, berrinches, arrojo y utopías al viento él aportaba desinteresadamente su mano gráfica, su ojo clínico, su mente lúcida. Pero se interesaba de otra manera, identificándose con el grupo que solicitaba su expresión. Se ponía en tu lugar. Entraba en tu territorio y lo hacía suyo.

Supongo que se conservará así. Íntegro. Y espero que soñador. Hacía tiempo que no me lo encontraba, incluso el hecho de toparnos esta mañana ha sido casual. Y en cascada, en breves minutos, te cuenta la último que ha hecho y lo que va a hacer o lo que va a exponer. Le envidio. Vive una perpetua creación. No hay mejor razón de ser ni de estar que justifique en esta accidental vida. Pero cuando me despido de él siempre me quedo lacio. Éste es el amigo que no debemos perder jamás, me digo. Y me pluralizo. Aquí y en Babia, tener a Manolo y su bondad es un acontecimiento permanente.

viernes, 30 de octubre de 2009

Apoteosis de la escultura


Asistí el martes a una de las conferencias organizadas por el Museo Nacional Colegio de San Gregorio. Últimamente había perdido la práctica y, lo que es peor, el interés por acudir a charlas. Y cuidado que he estado en unas cuantas, desde las prohibidas pasando por las toleradas hasta las reconocidas y las aceptadas. La libertad de expresión se despliega en un amplio abanico que tiene ansia de aventar mentes, no siempre dispuestas a que se las oxigene. Pero no sé si debido a un cierto escepticismo o a que el reloj biológico te exige otras cosas, el caso es que hacía tiempo que andaba de secano en esta lid.



Me atraía el tema de la conferencia: Un museo en renovación. Después de un montón de años en obras, el museo se ha reabierto con muchas novedades de forma, técnicas y de criterio expositor. Claro, que nada mejor que una visita para comprobarlo. El simple paso por las salas, desde esa recepción totalmente nueva y acorde a lo que se lleva en todos los museos que se precien de tales, hasta el replanteamiento de salas, ubicación de figuras y sucesión cronológica. Como dijo María Bolaños, su nueva y entusiasta directora, el enfoque cronológico asegura una cierta imparcialidad y objetividad. Aunque no lo sea todo, opino yo.

Y también tenía ganas de ver en directo a María Bolaños, y oírla contar del proceso de renovación del edificio y su contenido. Me gustó escuchar que no hay ningún museo neutral, que siempre hay criterios en cada visión museística, y siempre se instala un discurso más patente del tipo que sea. Supongo que esto es en función de la mentalidad ideológica e incluso de la dirección política del país o simplemente de los tiempos históricos que corran. No sé quién dijo que cada presente construye su propia visión del pasado, y que la mirada de cada época sobre el pasado es anacrónica. Me hace pensar que no es fácil interpretar los acontecimientos históricos o el significado y uso de los legados -la escultura, en este caso- porque siempre estamos condicionados por la corriente de ideas dominante en cada época. Aunque no me cabe duda que entre una corriente de una sociedad más ignorante, más intolerante y más totalitaria, y una sociedad donde las mentes estén más despejadas y la investigación tome el testigo de la visión meramente ideológica hay un abismo y sobre todo una tabla de salvación.

No pretendo hablar de más ahora. Son simples pinceladas sobre una charla amplia, repleta de criterios e información que, reconozco que me desbordó. Mi intención es abordar distintas visiones sobre el Museo y sobre sus obras. Nunca acaba uno de descubrir lo que hay no sólo a la vista sino subliminalmente. Mirar las obras “religiosas” no con ojos devotos, que no es mi caso, sino con los que buscan lo humano, tal vez lo fieramente humano, en palabras de Blas de Otero, me entusiasma. A través de la escultura se puede entender al hombre.


Ni que decir tiene que ver cómo el salón de actos del Palacio de Villena estaba a tope casi un cuarto de hora antes, y que no podía entrar la gente que esperaba fuera, me devolvió la esperanza en el vallisoletano medio. Ese ciudadano tan típico que no hace ostentación ni ruido pero que asiste a actos con más frecuencia de la que imaginamos. De ver ahora mismo a María la felicitaría. Aunque el triunfo es del museo renovado, si no hubiera manos detrás no sería posible esta aclamación. Un museo así bien puede erigirse en una verdadera apoteosis de la escultura. La escultura es algo que la historiografía del arte tradicional o las ideas de cada época la relegaban subalterna de la arquitectura y de la pintura. Intervenciones como la de este museo la elevan al nivel del significado directo. ¿Sabemos bien los vallisoletanos lo que tenemos?

jueves, 29 de octubre de 2009

Silencio, se rueda

Con el tiempo que acompaña y la semana de cine, casi nos creemos que la ciudad es más cosmopolita. Vieja obsesión de todas las ciudades que han crecido y han alcanzado algún estatus especial en la geografía administrativa. Y así vas y te encuentras por doquier personas y personajes -¿dónde la línea entre la realidad y la ficción?- a cuenta de alguna historia.

Tomás R. Bolaños, alcalde de Valladolid durante dieciséis años si mal no recuerdo, y la actriz y paisana Lola Herrera se toman un café no sé si como viejos amigos o además citados por un programa que rueda la televisión nacional. En una mesa próxima una pareja europea te pregunta en español por la gente que es objeto de esa grabación. Se lo cuentas un poco y de paso te aproximas. Son holandeses, viajan en bici, y están de paso casual, elegido, pero casual, porque vienen de Andalucía y aún tienen que pasarse por las Vascongadas. Aprovechas para tantearles sus puntos de vista y te dejas seducir por su espíritu europeísta (ellos se consideran una pequeña región de Europa y no se les observa ínfulas de dominio alguno) Ivonne y Jaap de Boer son tranquilos y receptivos; preguntan y se dejan preguntar. Y tú quieres que esos minutos de cháchara les deje un sabor ameno y no te resistes a dar la cara por tu ciudad. Qué bobada. Más bien lo haces porque eres así. Lo de la ciudad es una abstracción si no se produce la suma de actitudes de unos y otros ciudadanos.

Tras abandonar la terraza, uno se queda pensando que no hay nada nuevo. Siempre hubo gentes de paso. Que lo nuestro -viejo eslogan que me hace palidecer cada vez que oigo pronunciarlo- debe ser conjurado con lo exterior. Con los que llegan y los que transitan. Y renovarse. Y que nosotros mismos no somos otra cosa sino individuos de paso, pasemos mucho o poco la frontera del Pisuerga, cuya curiosidad debería ser satisfecha mostrándonos receptivos, abiertos y generosos. Me sorprendió que la pareja holandesa nos viera así a los vallisoletanos con los que estos días se relacionan. ¿Será que nos ven con buenos ojos o que estamos cambiando los de casa?


Acaramelada


Lo peor no es que esté cerrado, que ya lleva tiempo así y dispuesto al traspaso. El lugar no debía ser precisamente bueno para vender. ¿Quién recuerda que hace muchos años estaba enfrente, junto a la verja de la vía, en la calle de la Estación? Desde que fue trasladado encima del túnel de coches y con la nueva ampliación del túnel peatonal que va a salir más adentro de la calle Labradores, el quiosco fue pasando más inadvertido. O acaso porque hay otro floreciente al otro lado del ferrocarril, ya en las Delicias.

Lo peor es que hace bonita la pintada, ya consensuada cuando aún estaba abierto, y cualquier día la levantarán. Entonces, adiós a la desafiante modelo juvenil saboreando el caramelo. Porque ¿a que se agradece ver algo más formado que el simple y pobre narcisismo de los grafitos? Y es que los competitivos chavales que pringan cada palmo de nuestras puertas y paredes con sus torpes garabatos no dan para más. Se les puede sugerir que propendan más bien a crear un mínimo de arte. Y de manifestar su rebeldía bien estaría que canalizaran sus inquietudes con certeras críticas hacia un sistema que les va dejando en la estacada o sólo les va a utilizar cuando la necesidad de mano de obra lo requiera.

miércoles, 28 de octubre de 2009

De cine


Con esto de la Semana de Cine cunde por la ciudad una cierta atmósfera de fiesta sin fiesta. Algo así como que acontece algo de relumbre, de lo que no sé si hay mucha gente que se empape, pero que se comenta. Y de que la Seminci tiene sus fieles locales que hacen huecos estos días en sus quehaceres para ver películas o alternar no me cabe duda.

Se ha extendido también por los comercios de la ciudad el disponer sus escaparates con arreglo al evento. Por supuesto, mediando la consiguiente convocatoria de concurso, con premio de viaje a Hollywood, aunque lo verdaderamente curioso es que hubiera sido a Bollywood, que es lo exótico y kitsch del momento. En nuestra ciudad no son usuales las iniciativas espontáneas si no hay estímulo oficial, en este caso del Ayuntamiento y las patronales del sector. Bueno, pero es así y todo vale si a cambio existe una pizca de...imaginación. Como no soy miembro del jurado que decidirá los premios de los escaparates no tengo ni idea de cuántos se han apuntado y cuáles son. Pero algunos que he visto por el centro no rezuman precisamente ingenio. Demasiado sosos. Les falta atrevimiento, aunque uno hubiera pedido algo de perfomance. Con actores de escaparate, mucho mejor. Eso triunfaría.

Uno que salvo, por su ocurrencia, acaso por su encaje en el tipo de comercio que es. El de La casa del bacalao o Alimentación Heras, como apetezca nombrar, en Panaderos esquina con la plaza del Caño Argales. Es artesanal, pero la ocurrencia de meter en todo el espacio del escaparate -habitualmente entregado a recoger legumbres, vinos, conservas y bacalao- un monumental proyector de los años cincuenta del siglo veinte, por lo menos me parece divertido.

¿Cortará Javi el bacalao tanto y tan bien como gusta de participar en el coloquio de calle afable y comunicativo? ¿Estará el bacalao de cine? El que tenga alguna duda puede preguntarle al de la bata azul. Te puede embarcar en un montón de recetas, también de película.


martes, 27 de octubre de 2009

Luis Goytisolo



Pasaba raudo y asténico por la calle Santiago, con su bolsa de Zara en la mano. Al principio pensé que iba con prisa. Luego, no sé por qué, llegué a la conclusión de que él es así. Que camina como si fuera un huidizo o porque siempre ha sido un corredor de fondo y su físico lo refleja. En la Plaza Mayor se quedó de pronto mirando la estatua del conde Ansúrez, pero apenas le dedicó contemplación. Acaso los bigotes o los cabellos de novela histórica española tan en boga a mediados del siglo decimonónico que luce el fundador de la ciudad le llamaran la atención, pero por su actitud yo diría que no vio ningún interés especial en una escultura hierática y convencional.

Su rostro inequívoco, enteco y ausente, me dio la pista. Le seguí un trecho antes de asaltarlo porque no estaba seguro. No perseguía su firma, ni me pasó por la mente, pero yo llevaba mi nikon y portar esta herramienta es muy tentador. Pero a Luis Goytisolo no le coges por sorpresa. Tienes que pararle en seco, casi forzadamente. Y lo hice a la altura del Callejón de San Francisco (otro día hablo de éste, porque me temo que muchos no lo conocen) por Cebadería. Él iba hacia el Olid -anda por Valladolid estos días como miembro del jurado de una de las competiciones de la Seminci- y yo al Calderón, por lo que pudimos ir un rato juntos hablando no de literatura sino de los tipos delgados y de los famélicos.

Pero para Luis Goytisolo, que lleva la narrativa circulante en sus venas, no es posible comentar algo sin hacer referencias literarias. Si hablas de delgadez, te saca a relucir la novela del diecinueve, donde los personajes enjutos deambulaban por las calles, y va y cita incluso el gran relato Madame Bovary. Y que esos estereotipos daban muy mala espina a la ciudadanía. Y que en ese siglo se aprobaba los caracteres rellenitos, porque ser delgado parecía decir que se era pobre y miserable. Es que la delgadez es una cosa y lo famélico es otra, ¿verdad Luis? Como en las actitudes morales de nuestro tiempo, a veces la apariencia engaña.

Por cierto, me sorprendía a mi mismo hablándole de tú. Que él lo hiciera no me chocaba nada, pero ¿por qué yo, que jamás me había cruzado con él, le tuteé como si hubiéramos estando tomando vinos la víspera? Algo subterráneo y vinculante debe haber en esa espiral de libros, personajes, autores y lectores que nos hace “intimar” como si nos conociéramos de toda la vida. Complicidades reflejas, como me sucedió el otro día con Storaro y Saura. Debería corregir, porque me van a pegar un corte cualquier día. O acaso este tipo de seres dedicados a otros mundos lo deseen. Porque de alguna manera te perciben próximo a ellos.

lunes, 26 de octubre de 2009

Campo Grande: primer aviso


Hoy me preguntaba: ¿por qué también los colores incendian el otoño? En el camino hacia su estertor, ¿qué tratan de decirnos las hojas antes de caer fulminadas? Los verdores ya van siendo menos. Ramajes y plásticos coinciden en un guiño dentro del parque. Vaciamiento. Ni paseos de masas, ni algarabías, ni quiosco de refrescos, ni templete musical. Han ahuecado el ala. Los colores toman el relevo y se niegan a ausentarse sin una mutación. El sol sortea la frondosidad de los árboles y traza caminos que no serán transitados sino por los ciudadanos invisibles. Algunos jubilados con aire más solitario que de costumbre deambulan, no se sabe ya si observantes o insensibles. Primer aviso del otoño en cuña. Deslumbrante. La belleza del fin de ciclo. Los colores de la sabiduría. Plenitud en el tránsito.


domingo, 25 de octubre de 2009

Saura & Storaro


Fue emocionante conocer a Saura y a Storaro en su paso por la Seminci. Ya sabes, esas emociones que hay que ocultar a los ojos ajenos, porque las sientes tú, son para ti, tú que no eres nadie, ni por asomo, lejos de ese mundo en que ellos viven. Tú que eres un simple diletante, un espectador fervoroso, a veces traidor, un eterno aprendiz de la ficción. Pero ellos, ¿no han hecho también las películas para un personaje anónimo como tú? Decir a estas alturas que Saura es uno de mis directores favoritos es de Perogrullo. ¿Lo es más por su maestría directora o porque retrata el alma de los hombres y en concreto de esta España que yo he vivido, independientemente de su proyección en tiempos y en lugares?



Todo a propósito de estar en ese acto de presentación de Otras miradas de Carlos Saura, exposición que reúne unas doscientas piezas, entre fotografías, pinturas y dibujos realizados por el director. Aunque iba persiguiendo saciar la curiosidad de ver de cerca al tipo exterior, me topé con su obra gráfica, que me deslumbró. ¿No había en ella, en sus dibujos con texto debajo por ejemplo, un recuerdo de lo que practicaba Goya o Valeriano Bécquer? Una especie de caprichada, que expectoraba las intenciones y tal vez las cuentas pendientes. Y esas fotografías sobre las que pinta encima, desdoblándolas, a las que llama fotosaurios y que parecen segundas pruebas de fotogramas que no van a salir de la cámara de su corazón.

Le echas cara y le dices a Saura, al aproximarte, que admiras más o menos todas sus películas. Que esos saltos en sus creaciones los valoras como los de otro eterno aprendiz. Te viene entones a la cabeza la misma capacidad creativa de Picasso, eterno prospector en recursos y estilos. Y entonces piensas si el maestro no será realmente el que está aprendiendo siempre, no tanto el que pretende enseñar. Y le comentas que sí, que las últimas películas son espectaculares por lo que encarnan, la conjunción del alma de la música, de la danza, de la otra interpretación. Pero de pronto se lo confiesas: que le estás agradecido sobre todo por una de sus primeras películas, La caza, que es paradigmática para ti. Para ti que tardaste en comprender lo de que el hombre es un lobo para el hombre. Y a lo que Saura mismo le da la vuelta: no hay lobo que iguale al hombre, a todos excede en fiereza.

Y resulta que Vittorio Storaro, el aplicado y tenaz director de fotografía de películas de Dario Argento, Sampieri, Patroni, Bertolucci, y hasta de Ford Coppola y Warren Beatty, estaba acompañando a Carlos Saura. Le echas cara de nuevo y le pillas a Storaro, que va a su aire en esa visita circunstancial con autoridades locales incluidas. Le asaltas en uno de esos momentos que va haciendo fotos con su móvil o acaso mensajeándose con alguien que le admira en el silencio de la complicidad, y te enumera las cinco o seis películas de Saura para las que ha trabajado, que hemos hecho, como afirma él sin dudar de que la labor cinematográfica es siempre una desigual labor de equipo, donde las ideas nacen y rebotan de mil cabezas, donde un director de la película y un director de la fotografía a veces dejan de ser tal cual para ser el otro.

Un curioso como yo quedó encantado con los transeúntes. No cambiará mi visión sobre su obra, pero seguro que permaneceré más atento a los últimos trabajos. Por cierto, ¿para cuándo Io, Don Giovanni, la última película de Saura, que tendría que haber presidido la inauguración de la Semana de Cine? Habrá que estar atento. El film va sobre Lorenzo da Ponte, el libretista de Mozart, entre otros. Sus Memorias, publicadas en su día en la editorial Siruela, me parecieron una maravilla. Aunque la maravilla fue que compré el libro, nuevo, en el mercadillo de Cantarranas a precio de migaja. Se ve que el tema no le interesaba a nadie. Otros se lo perdieron.

sábado, 24 de octubre de 2009

Pintada recóndita


La he descubierto esta tarde. Necesitaba parar. Me he sentado, he estirado las piernas y me he quitado una ramita de hiedra que me hacía cosquillas en el cogote. Ha sido breve, pero he descansado ricamente. Su visión me lo ha proporcionado. Es la parte baja de una medianería pintada en la Plaza del Val. Está arrinconada y salvo que llegues hasta el final, casi nadie la ve. Suele pasar con las cosas hermosas. ¿Nos imaginamos lo que ganaría la ciudad si se recuperaran tapias, medianeras y trampantojos varios con imaginativas creaciones como ésta? Valladolid resultaría una ciudad menos áspera. Y de paso compensaría tanto mobiliario urbano que ocupa desmesuradamente las aceras, dificulta las esquinas y estrecha los espacios abiertos. Me apunto a descubrir cada reproducción plástica que suavice lo gris. Que otros se apunten a fomentarlas.

viernes, 23 de octubre de 2009

El vecino de Santa Cruz


No es el último extraterrestre. Si acaso, el último intraterrestre. Juego caprichoso de palabras. La máscara de la reina de Kuba (antiguo reino situado en la actual República Democrática del Congo) como excusa. Me enteré de que ayer presentaban esta figura en el Museo de la Fundación Jiménez-Arellano, sita en el Palacio de Santa Cruz, y allí que se me ocurrió plantarme. La curiosidad por lo exótico se me cruzaba. Excusa también. Lo exótico no es sino lo que desconocemos, y que a su vez nos reclama, sea cual sea la lejanía de su procedencia y la función que el objeto cumpla, con su voz potente.

La máscara tampoco es una recién llegada. Estaba aquí desde hace tiempo. Ahora, la han reparado pacientemente y luce en su lavado de cara integral. No quiero hablar en este momento de la obra ni de la exposición permanente que la Fundación exhibe. Tiempo habrá. No son todavía muchos los vallisoletanos que han descubierto el tesoro etnológico y artístico de esta Fundación en los cuatro o cinco años que lleva de existencia.

Yo veía en esta máscara, en esta trajeada figura de ceremonial, un símbolo. Más, una metáfora simple. ¿Una vallisoletana de adopción? Pensaba en que la ciudad es precisamente una ciudad de aluvión. Al menos en los tiempos modernos. Lo es en la morfología del subsuelo y lo es en superficie. ¿Hubo alguna vez once mil vallisoletanos exclusivamente tales? Cantidad de gente de esta provincia y de las provincias de alrededor vinieron a nuestra ciudad en los años cuarenta, cincuenta, sesenta, del siglo veinte. De la misma manera que otros vallisoletanos tuvieron que optar forzosamente por migrar a las provincias del Norte y del Nordeste, más industrializadas. O a Alemania y Suiza. ¿Se acuerda todavía alguien de todo esto, que aconteció ayer? Las ciudades, cambiantes y dinámicas, saben de estos fenómenos, que las configuran y las renuevan. Valladolid no se ha librado de ello.

Hoy día, el fenómeno se repite con humanos de otras latitudes. En la ciudad sobreviven, más o menos integrados, ciudadanos de países americanos, norteafricanos o eslavos. Son los nuevos vallisoletanos, muchos en tránsito, otros con intención de permanecer. ¿Deben ellos integrarse o su presencia transformará de alguna manera la ciudad? La respuesta, ni en la bola de cristal. Mientras meditaba de esta guisa, me deleitaba contemplando el trabajo artesano de los mujeres y hombres de la cultura Kuba que, al menos a través de una figura como ésta, tiene presencia en mi ciudad. Imposible poner puertas al campo.